La marca “Patata de Burgos”
La Asociación para la Promoción y Defensa de la Patata de Burgos se ha formado para potenciar este cultivo tan arraigado en la provincia burgalesa.
Por ello, tanto agricultores como envasadores deben asegurar la trazabilidad del producto a través de sus cuadernos de campo y de almacén, y de los documentos de acompañamiento.
Un Comité de Control formado por ingenieros supervisa todo el proceso. Este Comité de Control establece anualmente las fechas de inicio de recolección por zonas y variedades.
El rudo clima burgalés, el suelo fértil, los cuidados tradicionales de los agricultores, el esmero en la selección y en la conservación de los envasadores y los rigurosos controles de los técnicos hacen que la “Patata de Burgos” llegue al consumidor con la garantía de una calidad superior, contrastada y reconocida.
De esta manera, sólo los lotes de patata que han pasado los análisis de calidad culinaria establecidos salen al mercado envasadas con la etiqueta y logotipo que avalan su origen y calidad.
“La Patata fea”, que se conserva bien
La patata de consumo en Burgos se recoge entre los meses de septiembre y octubre.
Tras una cuidada selección se conserva a temperatura controlada, con ventilación y ausencia de luz, lo que hace que este tubérculo pueda comercializarse con total garantía de calidad hasta bien entrada la primavera.
Esta patata habitualmente no se lava porque eso supondría tener que almacenarla a temperaturas más bajas que aumentan el contenido en azúcares reductores, dando a la patata un “sabor dulce” y un “color pardo” al freír. Esto es lo que pasa con la patata de importación, que viene principalmente de Francia e inunda los mercados de la región con su “bonita apariencia”.
Antes de salir al mercado, se analiza en laboratorio la calidad culinaria con pruebas estandarizadas de frito y cocido, y se seleccionan las variedades más aptas para freír, al tiempo que se diferencian las que son mejores para cocer o guisar.